Esta semana, las redes sociales han sido un hervidero tras los comentarios que ElXokas, famoso streamer,  ha vertido en una emisión en directo de su canal de Twitch que abordaba el consumo de alcohol y drogas durante las salidas nocturnas.

Durante la conversación con sus seguidores, uno de ellos comentó  “Yo cuando salía de joven con mis colegas de farra bebía zumos y me hacía amigo de las camareras» a lo que  ElXokas respondió que algunos de sus colegas «no beben y son muy así, de ir a ligar con las pibas y que, además, se divertían mucho llevándose a pibas que estaban colocadas». Es “un trucazo” añadió, es “de puto pro”.

Para rematar contó que «Él no estaba colocado. Para él era muy fácil ligar. Una tía que generalmente te vería como un cuatro te ve como un siete porque está colocada. Entonces es mucho más fácil. Tú encima estás sereno, mides perfectamente tus palabras… ¡Chupado! En vez de estar babeando y cayéndote contra las columnas».

A partir de estos comentarios lamentables empezó el aluvión de críticas en las redes sociales, especialmente en Twitter acusando al streamer de fomentar la cultura de la violación.

Lo cierto es que no es la primera vez que asistimos a este tipo de declaraciones indignantes por parte de un famoso o famosa del ámbito digital y algo, que en principio puede ser interesante, como es debatir sobre el consumo de drogas y alcohol en las salidas nocturnas, acaba convirtiéndose en una especie de barra de bar donde nadie mide sus palabras y su impacto en la audiencia y cada protagonista se retrata en sus comentarios.

Pero lo más indignante del caso es que cuando salta la polémica, lejos de retractarse, estos personajes utilizan la misma estrategia … «Le hemos entendido mal», «Se han tergiversado sus palabras», «palabras fuera de contexto», es decir, el problema no está en las opiniones vertidas, sino en el receptor del mensaje (o sea, nosotras)