En estos tiempos convulsos y difíciles para las mujeres víctimas de cualquier tipo de violencias machistas y nuestros hijos e hijas, nos encontramos que muchas de nuestras compañeras, mujeres que han sido víctimas de violencias machistas, ven como se cierne sobre sus cabezas la amenaza de su entrada en prisión. O aún peor, la amenaza se cumple y entran en la cárcel tan sólo por haber intentado proteger a sus criaturas, o por haber respetado la decisión de sus hijas e hijos de no querer ir con los maltratadores. 

Decisión que nadie, ni jueces, ni fiscales, ni equipos psicosociales, se ha dignado a escuchar. Porque es un hecho que a las criaturas en este país no se les escucha, ni se les tiene en cuenta lo que piensan ni lo que quieren.

Por haber escuchado a sus hijas e hijos, por haberles creído, por haber sido madres leonas protectoras de sus cachorras y cachorros frente a los maltratadores, frente a las instituciones, frente a los juzgados que no se dignan a escucharlos hasta los doce años, con mucha suerte.  Por haber puesto la verdad y la credibilidad de sus criaturas frente a todos y frente a todo.

Como todas las madres víctimas de violencias machistas, y las que aún no se han atrevido a decir que lo son, pero saben que sus hijas e hijos están siendo agredidas y agredidos de cualquier modo.

Todas las madres somos madres protectoras con nuestras criaturas. Todas. 

Todas defendemos a nuestras criaturas ante cualquier cosa que les pueda causar un mínimo peligro, cuanto más de algo que les pueda hacer muchísimo daño.

Todas hacemos todo lo posible para que a nuestras criaturas no les pueda pasar absolutamente nada, por ejemplo en un parque, ¿Cuánto más si nos enfrentamos a ponerlos a salvo de un ser que sabemos que maltrata, viola, abusa o veja?

Lo que tenemos que defender no es a las madres que protegemos a nuestras hijas e hijos. Lo que tenemos es que luchar contra todo aquello que nos criminaliza por defender a nuestras criaturas. 

Luchar contra los argumentos de abogados, las sentencias y los informes que todavía usan el SAP camuflado con cualquier acepción cruel, torticera y retorcida para poner a las madres como una figura criminal y en clara desventaja.

Luchar contra la figura del “pater familias”, que desde el derecho romano y hasta el día de hoy, sigue primando por encima del bienestar superior del menor. Esto sigue siendo así porque las instituciones lo están permitiendo.

Y nosotras solas no somos quienes debemos presionar para derrocar esta figura, porque está obsoleta y no tiene cabida en los tiempos en que vivimos, donde las mujeres tenemos nuestro lugar por derecho propio. Tenemos que estar respaldadas por las instituciones, que ameritan un cambio y una reeducación feminista. 

Porque nosotras nuestros derechos nos los hemos ganado con muchísimo esfuerzo, trabajando mientras criamos, llevamos una casa, cuidamos… Ahora les toca a las instituciones hacer que esos derechos se nos respeten y se cumplan.

Luchar contra la revinculación de los menores con los maltratadores, porque no tiene ninguna lógica que se obligue a las criaturas a estar con quién los ha maltratado a ellos y/o a sus madres. 

Que se obligue a ir con el maltratador a quienes han sido víctimas y testigos de esa violencia. Rotundamente no pueden obligar a nuestras hijas e hijos a estar con quien ha sido ejecutor de esos maltratos. A ir con la persona a la que temen. ¿Se irían los mismos que obligan a nuestras hijas e hijos a encerrarse en una casa, con alguien a quién le tuvieran terror?

Luchar para que en todos los casos en los que haya sentencias de violencia de género, se aparte a los menores del maltratador para siempre. Sin posibilidad de que el juez motive de ninguna forma la decisión de que haya vinculación alguna, porque no hay forma que sea lógica de motivar una revinculación con alguien que ha maltratado a unos menores.

Luchar para que en las sentencias de violencia de género, no se siga poniendo violencia doméstica, que es lo que está sucediendo a diario. Así, las mujeres y criaturas no tienen ningún derecho y ninguna protección ante el maltratador y se sigue negando la mayor. Claro, lo que no se plasma por escrito no existe, no consta en las estadísticas y no requiere de recursos.

Luchar para que la patria potestad se retire al maltratador hasta los 18 del más pequeño de los menores, para que no tengan posibilidad de ejercer violencia vicaria hasta la mayoría de edad del menor de los hijos, que ocasiona un infierno en vida tanto para la madre como para las criaturas. Los condena a muchos años de sufrimiento, de estar bajo el yugo del maltratador, teniendo que estar al albur de sus caprichos para cosas tan simples, como que las criaturas puedan ir a un viaje de estudios o a una actividad extra escolar. Algo que aprovechan los maltratadores para continuar victimizando y maltratando a madre y criaturas.

Luchar para que se supriman los derechos de los maltratadores y que los derechos de mujeres y criaturas víctimas de violencias machistas sean los que de verdad primen y se hagan efectivos en toda su amplitud.

Luchar, no sólo para que ninguna madre tenga el miedo de poder entrar en la cárcel, no sólo para que ninguna madre entre en prisión por defender los derechos de sus criaturas, sino para que la lucha feminista por todas las madres, sus hijas e hijos, sea un logro conseguido al cien por cien en todo nuestro país.

Luchar para que el terrorismo machista que estamos sufriendo cada día mujeres, niñas y niños sea penado con tanto rigor, que consigamos que desaparezca completamente.

Luchar para que la violencia institucional que supone que las madres sean encarceladas o amenazadas con la cárcel por proteger a sus criaturas sea totalmente erradicada.

Hablar de madres protectoras en el siglo XXI es algo que no debería de estar sucediendo, simplemente porque nosotras, las madres, no tendríamos que ser las que tengamos que estar protegiendo a nuestras hijas e hijos. 

Quién debería proteger a nuestras criaturas de padres maltratadores, abusadores y violadores tendrían que ser las autoridades competentes. 

Quién debería poner el bienestar del menor por encima de todas las cosas, quién debería alejarlos de todo aquello (y aquellos) que les cause cualquier tipo de perjuicio ya sea físico o psicológico, quién debería ayudarnos a sus madres a cuidarlos y protegerlos, son las autoridades competentes para ello, en vez de ponernos trabas, palos en las ruedas y piedras en el camino cuando nosotras hacemos todo lo posible para que nuestras hijas e hijos estén seguros y seguras y, sobre todo, sean felices.

Que sea noticia que una mujer vaya a entrar en prisión, después de varios indultos, por proteger a una hija que en la actualidad es mayor de edad, máxime cuando esa misma hija está diciendo que su madre lo único que hacía era protegerla a ella de un padre maltratador, respetar sus deseos y ayudarla a no estar con quién no quería estar, denota la clase de sociedad que somos.

Que sea noticia que cualquier madre pueda entrar en prisión por defender a sus hijas o hijos, por querer evitarles cualquier tipo de daño, deja claro qué somos una sociedad dónde la opinión y los derechos de las criaturas importan muy poco.