Una y otra vez, las portadas, los informativos, los hilos de X (Twitter) y los comunicados institucionales nos devuelven la misma fotografía: un asesino machista que ya tenía antecedentes. Un agresor reincidente, a veces multirreincidente, que había sido denunciado, juzgado, e incluso condenado. Que ya contaba con órdenes de alejamiento, con antecedentes por violencia de género, con advertencias previas, con señales evidentes. Pero seguía en la calle. Y ahora hay una mujer menos. Una madre menos. Una hija menos. Una vida menos.
¿Hasta cuándo se va a permitir esta barbarie?
Cuando una mujer da el paso de denunciar, jugándose la vida, la custodia de sus criaturas, su entorno familiar y su estabilidad económica, el Estado le ofrece un papel. Una denuncia archivada, una orden de alejamiento que nadie vigila, una pulsera telemática que no se concede, o un juicio rápido que termina en conformidad y penas ridículas.
Mientras tanto, el maltratador sigue libre. Incluso cuando tiene antecedentes, incluso cuando ha reincidido, incluso cuando ha amenazado con matar.
Nos preguntamos:
¿En qué otro delito violento se tolera tal impunidad?
¿Acaso a un terrorista reincidente se le deja pasear por las calles con total libertad?
¿A un violador con varias condenas se le considera “poco peligroso” y se le aplica un régimen laxo de vigilancia?
¿A un narco con historial criminal se le permite vivir al lado de su víctima?
La respuesta es no. Pero si el delito es violencia machista, las instituciones bajan la mirada. La reincidencia no parece importar. Al multirreincidente se le trata como si fuese un delincuente menor, cuando en realidad es un asesino en potencia. Se nos dice que hay “proporcionalidad penal”, pero ¿quién mide la proporcionalidad cuando se pierde una vida?
Las consecuencias de dejar en libertad a un maltratador reincidente son devastadoras
- Revictimización constante
Las mujeres que han sobrevivido a una primera agresión y denuncian, viven aterradas sabiendo que su agresor sigue libre. La impunidad lo envalentona. La violencia escala. Ella cambia de casa, cambia de trabajo, cambia de vida. Él, no.
- Los hijos e hijas quedan expuestos
Aún hoy, un maltratador puede solicitar un régimen de visitas. A veces incluso la custodia compartida. Los puntos de encuentro familiar se convierten en espacios de revictimización. Niños y niñas que han presenciado o sufrido violencia deben seguir viendo a su padre maltratador porque “no hay condena firme” o porque “no hay peligro objetivo”.
- La reincidencia se convierte en una profecía cumplida
El maltratador sabe que el sistema no actúa con contundencia. Que puede repetir la conducta. Que una condena no le cambia la vida. Que la cárcel es poco probable. Que hay segundas, terceras, cuartas oportunidades. La consecuencia es que mata. Porque lo venían avisando. Porque ya había señales. Pero no se hizo nada.
- Las mujeres pierden la fe en la justicia
¿Qué sentido tiene denunciar si él no va a pisar la cárcel? ¿Para qué arriesgarlo todo, exponer a los hijos e hijas, remover el dolor, si después del proceso judicial el maltratador vuelve al barrio, al bloque, al bar de siempre? El Estado abandona. La justicia falla. Y nosotras nos organizamos, nos protegemos entre nosotras, pero no basta.
¿Cuántos antecedentes hacen falta para que se le considere un peligro real?
En España, el 40 % de los feminicidios ocurridos en los últimos años fueron cometidos por agresores con antecedentes o denuncias previas por violencia machista. Algunos habían estado en prisión. Otros ya habían agredido a otras mujeres. Y, sin embargo, seguían en la calle.
La legislación actual permite medidas cautelares, prisión provisional y órdenes de alejamiento. Pero rara vez se aplican con la contundencia necesaria. Los jueces se escudan en que “no hay indicios suficientes de riesgo”, los informes policiales minimizan las señales, y los protocolos fallan una y otra vez.
¿Hasta cuándo?
Lo decimos alto y claro: no se puede dejar libre a un maltratador reincidente
No estamos hablando de una opinión. Estamos hablando de una exigencia ética, jurídica, institucional.
Porque permitir que un agresor reincidente siga libre es complicidad institucional.
Porque dejar en libertad a un multirreincidente es poner en riesgo la vida de las mujeres.
Porque mirar hacia otro lado es violencia machista institucional.
Nuestras reivindicaciones
Desde SOMOS MÁS, exigimos una respuesta firme, coherente y feminista frente a esta realidad. Estas son nuestras reivindicaciones:
- Cero impunidad para reincidentes y multirreincidentes
Debe establecerse un régimen especial para agresores con antecedentes. Si un maltratador ya ha sido denunciado o condenado, no puede volver a tener libertad plena. La reincidencia debe tener consecuencias penales reales. Basta de segundas oportunidades para quienes ya demostraron ser un peligro.
- Prisión preventiva inmediata en casos de reiteración
Si hay una nueva denuncia y antecedentes, la prisión provisional debe ser automática. Es una medida de protección, no un castigo. Las víctimas necesitan tiempo para reconstruirse, no para seguir huyendo.
- Registro público y accesible de maltratadores reincidentes
Así como existen registros de delincuentes sexuales, debe crearse un registro de maltratadores reincidentes que pueda ser consultado por profesionales, instituciones y entidades acreditadas. La sociedad tiene derecho a saber.
- Evaluación de riesgo realista y con enfoque feminista
Exigimos la revisión de los algoritmos y protocolos de valoración policial del riesgo. La mayoría subestiman el peligro. Las mujeres que denuncian saben cuándo sus agresores las van a matar. El sistema no las escucha.
- Suspensión automática de cualquier contacto con los hijos e hijas
Un maltratador reincidente no puede tener contacto con los hijos e hijas. Ni visitas. Ni custodias compartidas. Ni mediación familiar. La violencia machista es una forma de terrorismo, y las víctimas menores deben ser protegidas.
- Aumento de penas y agravantes para reincidentes
El Código Penal debe incluir como agravante automática la reincidencia en violencia de género. La actual laxitud de penas es una burla. Agredir, amenazar o maltratar a más de una mujer no puede salir gratis.
- Protección efectiva para las víctimas
Vivienda inmediata, ayudas económicas, protección policial, acompañamiento psicosocial. No se puede exigir valentía para denunciar si no hay un sistema real que acompañe. Denunciar no puede ser un salto al vacío.
Porque la justicia que no protege, mata
Cada vez que un maltratador reincidente mata a una mujer, no es un “fracaso del sistema”. Es una decisión. Una cadena de negligencias. Un desinterés político. Una omisión deliberada. Las instituciones tienen los medios, las herramientas, la capacidad. Pero no tienen la voluntad.
La violencia machista no es inevitable. Lo que sí es evitable es que un agresor reincidente camine libremente mientras su víctima duerme con miedo, cambia de ruta o duerme en casa de amigas. La justicia debe dejar de mirar hacia otro lado.
Justicia feminista, justicia con memoria
Por cada mujer asesinada había un maltratador que, en muchas ocasiones, ya había sido denunciado. Por cada víctima hay un agresor que debería haber estado en prisión. Nosotras no olvidamos. Nosotras luchamos. Nosotras exigimos una justicia que no espere a que haya un cadáver para actuar.
Si un hombre ha maltratado una vez, ya es grave. Si lo ha hecho dos, es una amenaza. Si lo ha hecho tres o más y sigue en la calle, lo que tenemos no es un sistema judicial. Es una fábrica de impunidad.
Seguimos. No nos callamos. No perdonamos. No dejamos de luchar.
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