La OMS ha vuelto a poner cifras a una realidad que muchas instituciones preferirían no mirar de frente: casi un tercio de las mujeres del planeta ha sufrido violencia de pareja o violencia sexual a lo largo de su vida. Son 840 millones de mujeres. Una cifra que debería provocar una conmoción moral, política y judicial a nivel global. Pero no lo hace. No se mueve. No cambia. No retrocede: el descenso anual es del 0,2 %. Una reducción tan insignificante que, de seguir así, tardaríamos siglos en ver avances reales.
En otras palabras: el mundo se está resignando a que la violencia contra las mujeres sea estructural, permanente y casi inevitable. Y ese es, quizá, el dato más aterrador del informe.
España, por supuesto, no vive en una burbuja. Forma parte de este escenario, aunque con particularidades que deben analizarse con lupa. Porque si miramos hacia dentro, descubrimos dos verdades incómodas:
- España tiene mejores mecanismos de medición que muchos países, lo que permite detectar más casos… pero también nos obliga a reconocer que la violencia aquí no disminuye al ritmo que debería, y desde luego no desaparece.
- Aunque seguimos situándonos en una franja más favorable que regiones con cifras devastadoras (África Subsahariana, Asia Meridional), estos datos no deberían servir para el triunfalismo ni para relativizar la violencia “porque hay países peor”.
El objetivo no es competir, sino erradicar. Y eso no ocurre.
Violencia global: un diagnóstico inmóvil
El informe de la OMS analiza más de dos décadas de encuestas y estudios poblacionales (2000–2023). La conclusión es clara: el porcentaje de mujeres que han sufrido violencia no ha variado de forma significativa en 25 años.
- 840 millones de mujeres en el mundo han sufrido violencia en su vida.
- 316 millones han sido agredidas por su pareja en el último año.
- 263 millones han sufrido violencia sexual por alguien que no era su pareja.
La OMS subraya que la violencia empieza pronto: las mujeres jóvenes de 15 a 24 años ya muestran cifras elevadas de agresiones en relaciones íntimas.
Esta realidad global destapa una verdad incómoda: todos los discursos sobre igualdad, planes estratégicos, pactos, leyes y campañas no están transformando de manera contundente las vidas de las mujeres.
España: datos que no permiten relajarse
Vamos a los datos españoles más recientes disponibles (2024–2025):
- 34.684 mujeres víctimas de violencia de género con medidas de protección en 2024 (INE).
- 1,6 víctimas por cada 1.000 mujeres de 14 años o más.
- 115.980 mujeres registradas como víctimas de violencia de pareja en 2022 (EIGE).
- 29 % de mujeres que han estado en pareja reconocen haber sufrido violencia física, sexual o amenazas a lo largo de su vida.
Estos datos sitúan a España en una zona intermedia-alta dentro de Europa: no somos de los países con peores indicadores, pero tampoco de los que lideran la reducción real de la violencia. Y aquí emerge la pregunta incómoda:
¿Por qué España, con leyes avanzadas, recursos especializados, campañas permanentes y un sistema VioGén relativamente robusto, no logra romper el ciclo de violencia?
Las explicaciones son múltiples:
- Persistencia de la desigualdad estructural.
- Cultura judicial que todavía minimiza o normaliza ciertos comportamientos.
- Falta de financiación estable para servicios esenciales.
- Resistencia social, especialmente en jóvenes, donde crece el negacionismo.
- Debilidades en prevención temprana, educación afectivo-sexual y alfabetización digital.
- Violencia digital creciente y poco abordada.
Y, sobre todo: la violencia que se registra sigue siendo solo la punta del iceberg. La OMS lo deja clarísimo: los datos oficiales subestiman siempre la magnitud real.
España frente al mundo: dónde estamos y qué significa
A continuación, incluimos una tabla comparativa, aproximada, basada en las estimaciones globales y regionales que suelen manejar OMS, ONU Mujeres y EIGE. No son valores matemáticos exactos, porque cada región tiene fuentes metodológicas distintas, pero reflejan los rangos principales.
Comparativa internacional de prevalencia de violencia contra las mujeres (a lo largo de la vida)
| Región | Prevalencia estimada (%) | Situación destacada |
|---|---|---|
| África Sub-Sahariana | 33–40 % | Una de las regiones con mayor prevalencia. Normas patriarcales muy arraigadas. Escaso acceso a servicios. |
| Asia Meridional (India, Pakistán, Bangladesh…) | 33–37 % | Alta tolerancia social a la violencia de pareja; fuerte estigma si se denuncia. |
| Oceanía | 30–38 % | En países del Pacífico las cifras son extremadamente altas. |
| Oriente Medio y Norte de África | 25–35 % | La violencia está muy normalizada; limitaciones de derechos afectan la protección. |
| América Latina y Caribe | 25–33 % | Prevalencia elevada y alto índice de feminicidios. |
| Europa del Este y Asia Central | 20–28 % | Menor reconocimiento institucional; subregistro frecuente. |
| Europa Occidental (media UE) | 20–25 % | Mayores sistemas de prevención, pero violencia persistente. |
| España | 29 % | Por encima de la media europea; buena detección, pero lenta reducción. |
| América del Norte | 24–27 % | Violencia elevada y brechas territoriales; acceso desigual a servicios. |
Qué revela realmente esta comparación
España no está entre las regiones con menor violencia. Aunque sí está lejos de los picos dramáticos de África o Asia Meridional, se sitúa por encima de la media europea. Y eso exige autocrítica.
España no avanza al ritmo esperado. Los datos pueden variar por años, pero en esencia estamos estabilizados, igual que el mundo. Y lo “estable” en violencia contra las mujeres es inaceptable.
Las leyes avanzadas no bastan si el machismo muta.
La violencia se transforma:
- más digital
- más psicológica
- más vinculada a control tecnológico
- más legitimada por discursos misóginos amplificados en redes sociales.
Y el sistema no está respondiendo a esa rapidez.
La comparación internacional demuestra que el problema es estructural.
No es “español”, ni “latino”, ni “musulmán”, ni “occidental”. Es global.
Pero cada país tiene la responsabilidad de hacer su parte. Y España puede y debe hacerlo mejor.
¿Qué explica que no avance la reducción de la violencia?
El informe de la OMS y los datos españoles permiten identificar algunas causas:
- Falta de prevención real
Se invierte mucho más en reacción que en prevención.
Se actúa después de la agresión, después de la denuncia, después de la violencia.
- Educación afectivo-sexual casi inexistente
Los jóvenes españoles están aprendiendo más sobre relaciones, consentimiento y sexualidad en TikTok y Pornhub que en el aula.
Resultado:
- Aumento del negacionismo.
- Normalización del control.
- Relación tóxica y celotípica como modelo romántico.
- Chicos reproduciendo discursos de la manosfera.
- Chicas culpabilizándose a sí mismas.
- Machismo judicial y fallos institucionales
España tiene sentencias ejemplares, pero también:
- acuerdos de conformidad que reducen penas,
- atenuantes por consumo de drogas,
- revictimizaciones,
- suspensiones de condena,
- órdenes de alejamiento que no se cumplen,
- custodias compartidas impuestas incluso con antecedentes,
- Puntos de Encuentro Familiar utilizados contra las mujeres.
Esto mina la confianza de las víctimas y envía un mensaje peligroso a los agresores.
- Falta de recursos estables
Los fondos del Pacto de Estado a veces llegan tarde y mal distribuidos.
Los servicios especializados dependen de contrataciones precarias y subvenciones anualizadas. Así no se sostiene una política pública eficaz.
- La violencia digital crece más rápido que las leyes
Control del móvil, geolocalización, cuentas falsas, doxxing, amenazas online… Los agresores se adaptan. Las instituciones, no tanto.
¿Qué necesita España para no seguir estancada como el resto del mundo?
- Prevención estructural, no cosmética
No campañas esporádicas: programas permanentes en centros educativos, familias, redes sociales, entornos digitales y comunitarios.
- Inversión estable en servicios especializados
Atención psicológica, acompañamiento jurídico, acogida, asesoramiento digital, intervención con menores, apoyo laboral… Todo con estabilidad y dotación real.
- Reforzar la respuesta judicial
- Revisar atenuantes que benefician a agresores.
- Evaluaciones de riesgo con criterios de género y sin sesgos.
- Protección inmediata.
- Cumplimiento estricto de medidas.
- Incluir la violencia digital como prioridad nacional
Ya es una pandemia silenciosa. Afecta a adolescentes, jóvenes y mujeres adultas. La OMS lo menciona como uno de los ámbitos más emergentes.
- Escuchar a las sobrevivientes
No son cifras ni casos mediáticos: son experiencias de vida que revelan los fallos del sistema. Las asociaciones lideradas por mujeres sobrevivientes, como Somos Más, somos imprescindibles para diseñar políticas eficaces, porque conocemos la violencia desde dentro.
España no es una excepción, pero tampoco puede permitirse seguir igual
El informe de la OMS muestra un mundo que fracasa estrepitosamente en proteger a las mujeres.
España, aunque con avances indiscutibles, también fracasa cada vez que una mujer es asesinada, cada vez que un agresor queda libre, cada vez que un menor crece en un entorno de terror, y cada vez que se normaliza una agresión porque “no es para tanto”.
La violencia contra las mujeres no es un karma inevitable ni una fatalidad cultural, aunque las estadísticas globales quieran hacérnoslo creer con su potencia brutal.
Es el resultado de decisiones políticas, prioridades presupuestarias, culturas institucionales, silencios sociales y resistencias patriarcales.
Si el mundo solo reduce la violencia un 0,2 % anual, significa que el mundo no está cambiando.
Y si España solo se mueve ligeramente dentro del mismo estancamiento global, significa que España tampoco está cambiando lo suficiente.
Pero puede hacerlo. Debe hacerlo.
Y las mujeres, aquí y en cualquier parte del mundo, no pueden esperar un siglo más para verlo.
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