En un mundo cada vez más digitalizado, donde la tecnología, que se ha convertido en parte esencial de nuestra cotidianidad, avanza a un ritmo vertiginoso, y con ella también surgen nuevas formas de violencia machista, que se adaptan a estas herramientas.
Entre ellas, emerge con fuerza una tendencia inquietante: el uso de aplicaciones de pago inmediato como Bizum para hostigar y controlar a mujeres, especialmente en contextos de violencia machista. Lo que parece una simple transacción bancaria se convierte, en manos de agresores, en un arma silenciosa y persistente.
Bizum, una aplicación española que permite enviar dinero de forma instantánea entre particulares mediante el número de teléfono, ha ganado una popularidad abrumadora por su simplicidad y rapidez.
Sin embargo, esta misma funcionalidad está siendo utilizada para vulnerar la intimidad de mujeres que ya han bloqueado a sus agresores en redes sociales, en aplicaciones de mensajería o incluso han cambiado de número. Al no existir una opción para bloquear usuarios o restringir la recepción de transferencias con mensaje, Bizum se convierte en un nuevo canal para perpetuar el acoso.
Una nueva forma de acoso invisible
El modus operandi suele ser sencillo pero devastador: el agresor envía pequeñas cantidades de dinero (a veces solo unos pocos céntimos) junto con mensajes cargados de amenaza, chantaje emocional o control. «Aquí no puedes bloquearme», «Te vas a enterar» o incluso «Te sigo esperando» son algunos de los textos que han sido reportados por víctimas.
En apariencia inofensivos, estos mensajes enviados mediante transacciones bancarias no solo reabren heridas emocionales, sino que reafirman el control del agresor sobre su víctima.
Esta nueva forma de hostigamiento digital ha sido ya documentada por varios medios de comunicación, como El Confidencial, que ha recogido casos reales de mujeres que han denunciado la utilización de Bizum como canal de acoso.
En muchos de estos testimonios, las víctimas coinciden en una misma sensación: la impotencia de no poder cortar el flujo de violencia, ya que ni siquiera el sistema financiero les ofrece herramientas para bloquear al agresor.
La invisibilidad institucional
Uno de los aspectos más preocupantes de esta situación es la falta de respuesta institucional y legal ante este fenómeno emergente. Actualmente, no existe una legislación específica que contemple el acoso a través de transferencias bancarias como una forma de violencia de género. Esto deja a las víctimas en un limbo legal, donde las pruebas son difíciles de categorizar y las denuncias tienden a ser desestimadas por considerarse de «baja entidad».
Sin embargo, el impacto psicológico de este tipo de acoso es profundo. Recibir constantes recordatorios del agresor, aunque sea bajo la forma de transacciones monetarias simbólicas, genera un entorno de inseguridad y ansiedad permanente. Es una forma de violencia psicológica que deja huellas invisibles, pero no por ello menos dañinas.
Las entidades bancarias, por su parte, aún no han implementado mecanismos efectivos para detener este tipo de situaciones. La mayoría de las plataformas de pago, incluida Bizum, no cuentan con opciones para bloquear a remitentes ni para filtrar los mensajes que acompañan las transferencias. Esto convierte a las propias aplicaciones en cómplices pasivas del acoso, al no ofrecer canales de protección a las usuarias.
Tecnología y violencia: un binomio en expansión
Lo que estamos presenciando no es un caso aislado, sino una tendencia creciente que forma parte de un patrón mayor: la digitalización de la violencia machista. Las redes sociales, las apps de mensajería, los sistemas de geolocalización y ahora las aplicaciones financieras están siendo utilizadas como extensiones del control y la dominación sobre las mujeres.
Este fenómeno pone sobre la mesa la urgencia de repensar las políticas de protección en la era digital. La violencia ya no solo se ejerce con palabras o golpes, sino también con datos, con notificaciones, con dinero. El agresor se reinventa, y las herramientas que tenemos para enfrentarlo deben evolucionar con la misma rapidez.
¿Qué se puede hacer?
Frente a este panorama, es imprescindible una actuación coordinada entre el Estado, las entidades financieras, las plataformas tecnológicas y la sociedad civil. Algunas medidas urgentes incluyen:
- Reforma legal: Es fundamental actualizar las leyes de violencia de género para incluir el acoso digital a través de herramientas financieras. El sistema judicial debe reconocer estas formas de violencia como delitos y actuar en consecuencia.
- Protocolos en las apps de pago: Aplicaciones como Bizum deben incorporar opciones para bloquear usuarios, denunciar abusos y filtrar mensajes ofensivos. Estas funcionalidades no solo protegerían a las víctimas, sino que enviarían un mensaje claro de compromiso con la seguridad digital. De no hacerlo estará siendo cómplices de los victimarios.
- Formación y sensibilización: Los cuerpos de seguridad, operadores jurídicos y personal bancario deben recibir formación específica sobre este tipo de acoso. Solo así podrán atender adecuadamente a las víctimas y actuar con eficacia.
- Campañas de concienciación: Es esencial visibilizar este problema mediante campañas públicas que informen a la ciudadanía sobre estas nuevas formas de violencia. Solo si se reconoce su existencia podrá combatirse con eficacia.
- Apoyo psicológico especializado: Las víctimas de acoso digital también necesitan acompañamiento emocional. Es clave que los recursos para mujeres víctimas de violencia contemplen estas nuevas modalidades y brinden apoyo adaptado a sus necesidades.
La violencia se transforma, la lucha también debe hacerlo
No podemos seguir pensando en la violencia de género como una realidad exclusivamente física o verbal. El acoso digital, en todas sus formas, es una manifestación real y creciente del machismo que se adapta a los tiempos. La utilización de Bizum como canal de hostigamiento debe ser reconocida como lo que es: una forma más de control, manipulación y violencia.
El silencio institucional, la pasividad tecnológica y la normalización social de estas prácticas perpetúan la impunidad de los agresores. Pero también hay esperanza: la visibilización de estos casos, la valentía de las mujeres que denuncian, y la presión social están empezando a generar un debate necesario.
Bizum, como símbolo de eficiencia digital, no puede convertirse en el caballo de Troya de la violencia machista. La tecnología debe estar al servicio de las personas, no de quienes buscan perpetuar el miedo y el control. Exigir una respuesta es una cuestión de justicia, de seguridad y, sobre todo, de dignidad.
Adaptarse a los nuevos desafíos de la violencia machista
El uso de Bizum como herramienta de acoso es un claro ejemplo de cómo las plataformas digitales pueden ser explotadas para perpetuar dinámicas de control y violencia. Es responsabilidad de la sociedad en su conjunto, incluyendo las instituciones, las empresas tecnológicas y la ciudadanía, reconocer y abordar estas nuevas formas de violencia.
Solo mediante una acción coordinada y proactiva podremos garantizar que las herramientas diseñadas para facilitarnos la vida no se convertirán en armas en manos de quienes buscan perpetuar la violencia y el control sobre las mujeres.
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