Mientras muchas sobrevivientes luchamos cada día por nuestras vidas, nuestras hijas e hijos, nuestros derechos y nuestra dignidad, hay un fenómeno que crece como un virus silencioso: el negacionismo de la violencia de género entre la juventud.
Y no lo hace solo. Camina de la mano de influencers que, bajo el disfraz de la “libertad de expresión”, normalizan y banalizan discursos machistas ante millones de seguidores y seguidoras. El resultado es devastador: generaciones enteras que niegan la existencia de una de las violencias más estructurales y mortales de nuestro tiempo.
¿Qué está pasando con la juventud?
Numerosos estudios recientes han mostrado un repunte del negacionismo de la violencia machista entre adolescentes y jóvenes. Algunos ya no creen que exista desigualdad, otros piensan que el feminismo es innecesario o incluso peligroso. Lo más alarmante: hay quienes sostienen que las mujeres denuncian falsamente “para sacar beneficio”, y que los hombres son las verdaderas víctimas del sistema.
Estos discursos no nacen por generación espontánea. Se alimentan desde múltiples frentes: una cultura de redes dominada por la inmediatez, la provocación y la falta de pensamiento crítico; una escuela que aún rehúye abordar la educación sexual y afectiva de forma seria; y una sociedad que sigue permitiendo que el machismo tenga altavoces bien pagados, virales y monetizados.
Los influencers del machismo: peligros con millones de seguidores
Hay streamers, youtubers, tiktokers y podcasters que han hecho del machismo su marca personal. Reírse del consentimiento, burlarse de las feministas, negar los asesinatos de mujeres o minimizar el impacto de la violencia vicaria son parte del menú habitual de sus contenidos. ¿Las consecuencias? Normalización del discurso de odio, viralización de estereotipos y una juventud cada vez más expuesta a ideas peligrosas.
Mientras el algoritmo premia el escándalo y la polarización, estos personajes acumulan seguidores a base de clips virales en los que dicen cosas como “los hombres están en desventaja”, “ahora todo es machismo” o “ser feminista es una moda que busca privilegios”. La violencia simbólica se cuela como entretenimiento, disfrazada de libertad, humor o “debate sano”. Pero no lo es. Es ideología violenta. Y mata.
El algoritmo no es neutro
No podemos dejar de señalar el papel de las plataformas. TikTok, Instagram, YouTube o Twitch son empresas privadas cuyo objetivo es maximizar beneficios. Si un contenido violento genera interacciones, lo mostrarán más. Si un discurso misógino genera clicks, se volverá tendencia. El algoritmo premia lo que indigna, lo que divide, lo que escandaliza. ¿Y qué hay más rentable que enfrentar a feministas contra machistas? El show vende. Pero nos cuesta vidas.
No hay neutralidad en dejar que la misoginia se vuelva rentable. Hay complicidad.
¿Por qué cala el negacionismo?
- Desconocimiento histórico: la memoria feminista ha sido borrada o ridiculizada. Pocas y pocos jóvenes saben quién fue Angela Davis, qué es la Ley Integral o por qué hablamos de patriarcado.
- Educación emocional nula: se habla de violencia, pero no de amor sano, de autoestima, de gestión emocional, de respeto mutuo. La consecuencia es una juventud expuesta a relaciones tóxicas sin herramientas para identificarlas.
- Crisis de identidad masculina: muchos chicos sienten que el feminismo los “culpa” o “ataca”. Esa herida mal gestionada es el caldo de cultivo perfecto para discursos antifeministas que prometen “recuperar su lugar”.
- La extrema derecha como opción cool: en algunos entornos digitales se presenta el antifeminismo como una forma de rebeldía o autenticidad frente a un “sistema progre”. Lo que en realidad es odio, se disfraza de valentía.
Banalizar el machismo no es libertad, es violencia
Que algunos influencers ganen dinero ridiculizando a víctimas, poniendo en duda las denuncias o riéndose de las leyes de protección no es libertad de expresión: es violencia simbólica. Y cuando esa violencia se hace viral, se vuelve real. Porque legitima agresiones, impide que muchas víctimas se atrevan a hablar y crea un entorno hostil para quienes luchamos por la igualdad.
Que se entienda bien: NO se puede debatir si existe o no violencia de género. Eso no es un debate, es negacionismo. Y el negacionismo mata, porque impide la acción política, deslegitima las denuncias y desprotege a las víctimas.
¿Cómo resistimos?
Desde nuestra experiencia como mujeres organizadas, madres, activistas y profesionales, sabemos que esto no se combate solo con datos. Hay que dar la batalla cultural. Aquí algunas claves:
- Crear referentes positivos y feministas
Tenemos que llenar las redes de voces jóvenes, feministas, valientes y creativas. Mujeres y hombres que hablen claro, con humor, con fuerza, con verdad. Que conecten con la juventud sin caer en la moralina. La rebeldía también puede ser feminista.
- Educar para la vida
Necesitamos una educación sexual y afectiva en todas las etapas educativas. Hablar de consentimiento, de emociones, de autocuidado, de relaciones sanas. Educar no desde el miedo, sino desde la libertad y el respeto.
- Regular las plataformas
Las redes sociales no pueden seguir siendo tierra de nadie. Hace falta legislación clara y mecanismos eficaces para retirar contenidos misóginos, castigar el discurso de odio y proteger a las víctimas. No puede ser que denunciar un vídeo machista tarde días y reportarlo por “nudismo” se retire en minutos.
- Acompañar a las familias
Padres, madres, tutores: no podemos mirar hacia otro lado. Hay que saber qué consumen nuestros hijos e hijas, cómo lo interpretan, qué dudas tienen. El acompañamiento digital y emocional es clave para prevenir la violencia.
- Financiar el feminismo
Las entidades feministas llevamos años haciendo este trabajo con recursos mínimos. Si el Estado no invierte en campañas de sensibilización, en formación docente, en presencia mediática, dejará el espacio libre a los que sí tienen millones: los machistas.
Porque esto va de poder
Negar la violencia de género no es solo ignorancia, es estrategia. Una estrategia para mantener privilegios, para frenar los avances feministas, para devolvernos al silencio. Y cuando quienes tienen influencia lo hacen por dinero o fama, están siendo funcionales al poder patriarcal.
La juventud necesita futuro, pero también necesita verdad. Y la verdad es que miles de mujeres han sido asesinadas por ser mujeres. Que miles de niños y niñas han crecido sin sus madres. Que millones de mujeres viven con miedo. Eso no se debate. Se combate.
Luchar también es comunicar
Nosotras no tenemos millones de seguidores, pero tenemos una causa justa. Tenemos la memoria de nuestras compañeras. Tenemos la fuerza de las que se organizan. Y tenemos la convicción de que el feminismo salva vidas.
Así que vamos a seguir hablando, gritando, escribiendo, creando, compartiendo. En las aulas, en los barrios, en las redes, en los festivales, en los foros, en los parques y en las pantallas. Vamos a crear contenidos feministas, a visibilizar referentes, a desmontar bulos, a generar comunidad.
Porque la revolución será feminista, o será likeada por los machistas
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