Cuando hablamos de violencia de género, pensamos en la víctima directa: la mujer agredida o asesinada. Pero la realidad es mucho más cruel y compleja. La violencia machista no se detiene en ella, sino que se expande y golpea a quienes la rodean. Son las llamadas víctimas colaterales.
En 2024, la Fiscalía General del Estado detectó 14 feminicidios ampliados con víctimas colaterales, frente a los dos registrados en 2023. Este dato, recogido en la Memoria de la FGE, refleja un aumento alarmante que pone sobre la mesa una realidad dolorosa: la violencia machista no solo mata a mujeres, sino que arrasa con su entorno familiar y afectivo.
¿A quiénes consideramos víctimas colaterales?
- Hijos e hijas: menores que son asesinados por el agresor para causar el máximo daño a la madre.
- Familiares directos, como padres, madres o hermanos, que intentan defender a la víctima o simplemente están presentes.
- Nuevas parejas de la mujer, que en muchos casos son atacadas por el agresor como extensión de su violencia.
- Personas del entorno cercano, amigos, vecinos o allegados que tratan de ayudar y se convierten en objetivos.
Estas muertes se engloban dentro del concepto de feminicidio ampliado: el agresor no se limita a eliminar a la mujer, sino que busca destruir todo lo que ella quiere y proteger. Es una estrategia de dominación y castigo que multiplica el sufrimiento.
Una violencia que trasciende lo personal
La violencia de género nunca es un hecho aislado. Tiene un efecto en cadena que afecta a toda la sociedad:
- Impacto en la infancia: los hijos que sobreviven quedan marcados por el trauma de haber presenciado o sufrido la violencia.
- Consecuencias psicológicas en el entorno: familiares, amistades y comunidades enteras conviven con el miedo, la culpa o la sensación de impotencia.
- Repercusión social: cada asesinato machista nos recuerda que no hablamos de «casos aislados», sino de un problema estructural que requiere respuestas colectivas.
La respuesta institucional
La Ley Orgánica de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género ya reconoce como víctimas no solo a las mujeres agredidas, sino también a sus hijos e hijas. En los últimos años se han dado pasos para incluir medidas de protección específicas para la infancia y para mejorar la coordinación entre juzgados, fiscalía, servicios sociales y centros educativos.
Pero la realidad demuestra que aún queda mucho por hacer. El aumento de feminicidios ampliados exige reforzar:
- Los protocolos de protección a menores y familiares, con especial atención a los casos donde ya existen denuncias previas.
- La detección temprana de situaciones de riesgo, evitando que se lleguen a extremos irreversibles.
- La atención psicológica integral a todas las víctimas indirectas de la violencia, porque el daño emocional también mata.
El reto como sociedad
La violencia machista no entiende de edades, vínculos familiares ni contextos. Afecta a mujeres, a sus hijos e hijas, a quienes las acompañan y, en última instancia, a todos nosotros.
Visibilizar a las víctimas colaterales es fundamental para comprender el alcance real de este problema y para asumir que la lucha contra la violencia de género es una responsabilidad compartida: instituciones, familias, escuelas, medios de comunicación y ciudadanía.
No basta con contar las muertes: necesitamos medidas de prevención, educación en igualdad y protección eficaz para que ninguna mujer ni nadie de su entorno vuelva a pagar con su vida las consecuencias de esta violencia.
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