La brecha salarial entre hombres y mujeres no es una exageración ni una falacia. Es una realidad persistente que sigue afectando a millones de trabajadoras en todo el mundo, a pesar de décadas de lucha por la igualdad.

Aún hoy, las mujeres ganan menos que los hombres por el mismo trabajo, con la misma experiencia y en condiciones similares. No se trata de elecciones personales, de una cuestión de “negociar mejor” ni de falta de preparación.

Es un fenómeno sistémico, arraigado en una estructura laboral que penaliza a las mujeres y limita su desarrollo económico.

Pero lo más preocupante es que sus efectos no se detienen en el presente: impactan su estabilidad financiera, su calidad de vida y su futura jubilación, perpetuando una desigualdad que se traduce en vulnerabilidad y precariedad económica en la vejez.

¿Qué es la brecha salarial y por qué sigue existiendo?

La brecha salarial de género es la diferencia promedio entre los ingresos de hombres y mujeres, expresada en porcentaje con respecto a los ingresos masculinos.

A nivel mundial, las mujeres ganan, en promedio, un 20% menos que los hombres, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT). En la Unión Europea, la brecha salarial se situó en el 13% en 2023, según Eurostat. En España, la diferencia ha bajado hasta el 9,4%, pero sigue lejos de la equidad real.

La manipulación de las cifras

Muchos detractores intentan minimizar el problema diciendo que la brecha salarial no existe, argumentando que “las mujeres pueden ganar lo mismo si negocian mejor” o que “se debe a elecciones individuales”.

La realidad es otra. No es solo una cuestión de salario directo, sino de cómo el mercado laboral sigue operando con una estructura desigual que penaliza a las mujeres.

Las causas estructurales de la brecha salarial

No es casualidad que las mujeres sigan cobrando menos. Existen factores estructurales que perpetúan esta desigualdad.

Segregación laboral
Las mujeres están sobrerrepresentadas en sectores peor pagados (educación, sanidad, trabajo social), mientras que los hombres dominan sectores mejor remunerados (tecnología, ingeniería, finanzas).

Discriminación salarial directa e indirecta
Incluso con la misma formación y experiencia, muchas mujeres reciben salarios más bajos por realizar las mismas funciones que sus compañeros masculinos.

Interrupciones en la carrera profesional
Las mujeres siguen asumiendo la mayor parte del trabajo de cuidados, lo que provoca pausas en su trayectoria, jornadas reducidas y menores ascensos, afectando sus ingresos a largo plazo.

El techo de cristal
El acceso a puestos de liderazgo sigue siendo una carrera de obstáculos para las mujeres. Cuanto más alto es el puesto, mayor es la brecha salarial.

El resultado de todo esto no es solo un sueldo más bajo en el presente, sino un efecto acumulativo que impacta en su capacidad de ahorro, su independencia económica y su seguridad financiera en el futuro.

De la brecha salarial a la pobreza en la jubilación

Si una mujer ha ganado menos durante toda su vida laboral, es lógico que su pensión también sea menor.

La brecha de pensiones es aún más grave que la brecha salarial. En algunos países de Europa, las mujeres jubiladas reciben hasta un 30% menos de pensión que los hombres, según la OIT.

¿Por qué ocurre esto?

Menores cotizaciones: Al haber ganado menos, las mujeres han cotizado menos a la seguridad social.
Mayor presencia en empleos informales o precarios: Muchas mujeres han trabajado en sectores sin regulación adecuada, como el trabajo doméstico o el empleo por cuenta propia.
Mayor esperanza de vida: Viven más años, pero con menos dinero. Sus ahorros y pensiones deben durar más tiempo, colocándolas en una situación de vulnerabilidad económica en la vejez.

El dato preocupante, un 25% de las mujeres mayores de 65 años en Europa está en riesgo de exclusión social debido a pensiones insuficientes (OCDE).

La brecha salarial no es un problema que desaparece con la jubilación. Es un lastre que condena a muchas mujeres a la precariedad económica en su vejez.

Qué se puede hacer para cerrar la brecha salarial

Este problema no se soluciona solo con buenas intenciones ni con el tiempo. Requiere medidas concretas, compromiso y cambios estructurales.

Transparencia salarial
Obligar a las empresas a publicar las diferencias salariales entre géneros para detectar y corregir desigualdades.

Conciliación y corresponsabilidad
Permisos de paternidad obligatorios y remunerados para evitar que la carga del cuidado familiar recaiga solo en las mujeres.

Más mujeres en liderazgo
Programas de mentoría y cuotas que faciliten el acceso de las mujeres a puestos de decisión y dirección.

Revalorización de sectores feminizados
Mejorar los salarios y condiciones laborales en sectores como la educación y la sanidad, donde predominan las mujeres.

Educación y sensibilización
Desde la escuela, es necesario fomentar la igualdad salarial y los derechos laborales, porque el sesgo de género se combate desde la base.

La brecha salarial no solo es una injusticia, es un freno para la sociedad

Reducir la brecha salarial no es solo una cuestión de igualdad, sino de justicia económica. Un mercado laboral justo y equitativo no solo beneficia a las mujeres, sino a toda la sociedad.

Un país que permite que la mitad de su población cobre menos por el mismo trabajo está desperdiciando talento, productividad y riqueza.

No es un problema individual. Es un problema estructural. Y es hora de cambiarlo.