El 8 de marzo ya pasó. Se fueron las pancartas, los discursos encendidos y las mareas moradas que inundaron las calles con exigencias justas. Pasó el día en que incluso las grandes corporaciones se visten de feminismo de escaparate, publican tuits inspiradores y siguen, sin rubor, perpetuando la desigualdad dentro de sus estructuras. Pasó el día en que los políticos hacen promesas que, al amanecer del 9 de marzo, vuelven a enterrar bajo el polvo de la indiferencia.

Pero la lucha sigue, porque la desigualdad sigue. Porque mientras tú lees esto, hay mujeres siendo asesinadas por sus parejas, acosadas en el trabajo, subestimadas en su talento, infravaloradas en sus sueldos y cosificadas en todos los espacios de la sociedad.

Si el 8M te pareció intenso, prepárate: la verdadera revolución ocurre en los 364 días restantes.

El feminismo no es un evento, es una necesidad

Uno de los grandes peligros del feminismo conmemorativo es que lo reduce a un día. Como si la discriminación fuera un fenómeno estacional, algo que se puede archivar hasta el próximo marzo. Pero la realidad golpea con más fuerza que cualquier eslogan: las mujeres siguen asumiendo la mayor parte de los trabajos no remunerados, siguen siendo víctimas de violencia de género y siguen siendo juzgadas por su apariencia antes que por su capacidad.

La igualdad no es un souvenir que se saca para la foto del 8M y se guarda hasta el año siguiente. Es un derecho fundamental que debe ser defendido con la misma intensidad cada día del año. Porque la injusticia no descansa.

Brecha salarial:  no es un mito, es un hecho

El discurso de que la brecha salarial no existe es el argumento favorito de quienes nunca han tenido que pelear por un aumento de sueldo mientras un compañero, con la misma experiencia y menor responsabilidad, gana más. Datos tras datos demuestran que las mujeres ganan menos que los hombres por el mismo trabajo.

En España, la brecha salarial ronda el 18%, pero si miramos sectores específicos, la cifra es aún más vergonzosa. ¿Y qué decir de las madres? La penalización por maternidad sigue siendo una realidad brutal que expulsa a muchas mujeres del mercado laboral o las condena a la precariedad.

Quienes niegan la brecha salarial deberían sentarse con las miles de mujeres que han visto sus carreras truncadas simplemente por decidir ser madres, por no aceptar horarios imposibles o por no jugar al juego del «hombre alfa» en entornos laborales tóxicos.

Violencia machista: El problema que algunos siguen negando

Nada es más indignante que ver a ciertos sectores políticos y mediáticos intentando minimizar la violencia de género o, peor aún, negarla. A pesar de las cifras escalofriantes de mujeres asesinadas cada año por sus parejas o exparejas, aún hay quienes hablan de «ideología de género» como si la violencia fuera una construcción ficticia.

La realidad es incontestable: las mujeres mueren por el hecho de ser mujeres. No hay «violencia en ambos sentidos» cuando las estadísticas reflejan una realidad innegable: el machismo mata. Pero no solo mata, también silencia, somete, controla y limita. Y lo hace en cada esfera de la vida: desde el hogar hasta la política, desde la oficina hasta la calle.

El feminismo no es una moda, es una urgencia

El feminismo no es una tendencia, aunque a algunos les gustaría creerlo. No es un hashtag bonito para las marcas ni un mensaje vacío para los partidos políticos que buscan lavar su imagen sin aplicar cambios reales. Es un movimiento que ha costado vidas, que ha abierto caminos y que sigue enfrentándose a una resistencia feroz.

Porque sí, hay resistencia. Y no es casualidad. Cada vez que el feminismo avanza, el patriarcado responde con más violencia, con más intentos de desacreditarlo, con más ataques a sus activistas. Porque la igualdad no es solo incómoda para quienes detentan el poder, es directamente peligrosa para sus intereses.

Por eso, después del 8M, hay que seguir. Hay que seguir denunciando la brecha salarial, hay que seguir luchando por leyes que protejan a las mujeres de la violencia machista, hay que seguir señalando la desigualdad allá donde se esconda. Hay que seguir educando, informando y combatiendo los discursos de odio que intentan hacernos retroceder.

¿Y ahora qué?

Si realmente crees en la igualdad, demuéstralo. No basta con compartir un post el 8 de marzo y olvidarse el resto del año. 

Aquí algunas formas de seguir en la lucha cada día:

  • Denuncia la desigualdad donde la veas, ya sea en el trabajo, en tu familia o en tu entorno social.
  • Apoya a las mujeres emprendedoras y a los negocios que fomentan la equidad de género.
  • Sigue educándote y educando sobre feminismo, porque la ignorancia es el mejor aliado del machismo.
  • No te quedes callado ante comentarios o actitudes machistas.
  • Exige políticas reales que protejan los derechos de las mujeres en todos los ámbitos.
  • Recuerda que la lucha es interseccional: no todas las mujeres enfrentan la desigualdad de la misma forma. Las mujeres racializadas, con discapacidad o en situación de vulnerabilidad sufren múltiples formas de discriminación.

El 8 de marzo es un recordatorio, pero el verdadero cambio se construye en el día a día. Si queremos un mundo igualitario, debemos pelear por él cada día. Porque la resaca del feminismo no es una opción cuando la desigualdad sigue matando.