El 18 de noviembre de 2025, el Heraldo de Aragón publica una noticia estremecedora y tristemente emblemática: un hombre que en 2010 fue condenado a doce años de cárcel por amenazar con un machete, retener y violar a su expareja, vuelve a sentarse en el banquillo como presunto autor de una nueva agresión sexual.
Lo que podría parecer un hecho aislado se convierte en el paradigma del problema que muchas mujeres denunciamos: ¿qué ocurre cuando un agresor sexual reincide y vuelve a mostrarse desafiante ante la ley? En este caso, el acusado declaró que “no le importaba ir a prisión, que ya estaba acostumbrado”.
Ese mensaje, explícito, es una bofetada al sistema de justicia, al sistema penitenciario y, sobre todo, una amenaza al conjunto de las mujeres que habitamos este país.
La lógica de la impunidad y la reiteración
Un agresor que reincide no es un “fallo puntual”, sino una manifestación del sistema patriarcal que le sostiene. Este individuo, al que llamaremos para el análisis “X”, ya había sido condenado, cumplió una parte de su pena (o la totalidad, según sentencia) y sin embargo, reaparece como presunto autor de otro delito de agresión sexual.
Ese patrón revela varias cosas:
- El sistema de condenas y cumplimiento de penas no consigue la disuasión real. Si alguien tras una condena grave vuelve a hacer lo mismo, ¿qué mensaje se está trasladando? ¿Que la justicia no es suficientemente firme?
- La mentalidad del agresor no solo no cambia, sino que se reafirma en su impunidad: la frase “ya estaba acostumbrado” es demoledora. Actúa como quien no cree que haya consecuencias reales.
- La protección de las víctimas y la prevención están fallando. Las instituciones que deberían garantizar que esa persona no vuelva a agredir no han logrado evitarlo.
¿Cuánto reinciden los agresores sexuales?
Para relativizar el caso, sí; la reincidencia sexual no es del 100%. Estudios en España muestran que la tasa de reincidencia en delitos sexuales se sitúa entre el 15 % y el 20 % tras varios años de seguimiento.
Otro análisis indica que del 31,92 % reincidieron en algún tipo de delito, pero sólo el 4,23 % en delitos sexuales dentro del periodo estudiado.
Estos datos podrían llevar a minimizar el problema si los interpretamos superficialmente. Pero esa lectura sería equivocada: cada uno de esos porcentajes representa mujeres que viven la amenaza cotidiana, la pérdida de seguridad, la destrucción de vidas.
El caso “X” como símbolo de lo que no debe permitirse
Volvamos al caso concreto: un violador condenado reinicia su agresión. Pero el titular no es “un violador reincide”, sino “un violador reincidente”, y el “no le importaba volver a prisión”. Ese matiz es crucial.
Se convierte en un símbolo de cómo el agresor, en abierta rebeldía, con desprecio por el castigo, actúa. Y el sistema, a su vez, se muestra incapaz de intervenir de forma proactiva para que “no vuelva a suceder”.
Fallos estructurales que permiten estos casos
- La restitución del autor sin garantías
La prisión y la condena deberían tener como objetivo doble: castigar, sí, pero también garantizar que el agresor no vuelva a actuar. En España se detecta que el programa de tratamiento específico a agresores sexuales reduce la reincidencia (por ejemplo, un estudio muestra una tasa del 3,98 % frente a 5,88 % en no tratados).
Pero en la práctica, muchos agresores salen sin un adecuado seguimiento, sin suficiente control, sin gestión de riesgo. En ese sentido, el individuo del caso se pasea de nuevo a juicio, y ya desde la comparecencia lanza su alarde de impunidad.
- La protección de víctimas y el seguimiento de agresores son insuficientes
Cuando un agresor reincide, no sólo estamos ante una nueva víctima, sino ante un sistema que no ha logrado proteger previamente. Las múltiples instancias (tribunales, prisión, servicios sociales, programas de tratamiento) tienen que articularse. No basta con una condena.
En el caso citado: la víctima relata que vivió “miedo”, que el agresor usó bate de béisbol para intimidarla junto a su hija y otro amigo, antes de forzarla. ¿Dónde estaba ese agresor mientras cumplía su pena? ¿Qué mecanismos fallaron para evitar que volviera a actuar?
- La narrativa pública y judicial sigue siendo insuficiente
Titulares como “violador reincidente” no bastan si no van acompañados de un análisis estructural: ¿por qué reincide?, ¿qué garantizó su salida?, ¿qué medidas se implementaron?, ¿qué está haciendo la justicia para que no vuelva?
Esta narrativa sigue perpetuando la idea de “acto aislado” en lugar de “sistema que reproduce y protege al agresor”.
Exigencias para transformar la situación
- Medidas excepcionales para agresores sexuales: Cuando un agresor sexual reincide, el tratamiento del caso no puede seguir el cauce ordinario. Se necesita ampliar el control: seguimiento post-condena, vigilancia prolongada, programas obligatorios con evaluación periódica.
- Transparencia y seguimiento público: Las víctimas tienen derecho a acceder a información sobre los agresores que les afectan (dentro del marco de confidencialidad, claro está). Pero también necesitamos estadísticas claras y sistemáticas sobre la reincidencia, para que casos como este no se vean como “olvidados”.
- Cambio cultural: impunidad cero: La frase del agresor, “no le importaba volver a prisión”, debería helarnos la sangre, porque revela que entiende la prisión como un simple trámite, no como un freno. Eso solo indica que la sociedad, el sistema, han fallado en enseñarle que existe una barrera firme.
- Protección reforzada para víctimas futuras: Cada agresor reincidente representa no solo el acto cometido, sino la amenaza latente de otros futuros actos. Las instituciones deben actuar en consecuencia, con protocolos específicos para casos de alta peligrosidad, que incluyan atención urgente para posibles víctimas, seguimiento del agresor, bloqueo de salidas, medidas cautelares robustas.
- Sensibilización real: Como asociación, sabemos que la violencia sexual no es un “accidente” ni un “desliz”. Es la expresión máxima del poder machista, del dominio sobre el cuerpo, de la cultura de la agresión. Cuando hablamos de violadores reincidentes, no hablamos de “errores”, hablamos de delitos estructurales. Y la reacción social debe reflejarlo.
NO DAR NI UN PASO ATRÁS
Este caso, el de Zaragoza, es una alarma. No una más, sino una que suena con estridencia: si un condenado vuelve a la carga, ese es el fracaso compartido de la justicia, la sociedad y la educación.
Desde nuestra asociación, que trabaja en la atención y acogida de mujeres y menores víctimas de violencias machistas, así como en violencia digital, no podemos aceptar que se normalice que un violador reincida. No podemos tolerar que se diga “ya cumplió la pena” como excusa para mirar hacia otro lado. Y por supuesto, no vamos a permitir que la víctima quede sola.
Las víctimas no están solas. Y los agresores reincidentes no deben tener tregua.
No callamos. No cedemos. No permitimos que un agresor reincidente vuelva a estar en libertad sin control. Porque ni una mujer más debe temer que “ya estaba acostumbrado”.
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