En nuestra sociedad, la violencia de género sigue tratándose con eufemismos que la minimizan. Se habla de «crímenes pasionales», «violencia doméstica» o «hombres que pierden el control», cuando en realidad estamos ante una auténtica guerra no declarada contra las mujeres. No es una exageración: hablamos de asesinatos sistemáticos, agresiones recurrentes y un miedo constante que condiciona la vida de millones de mujeres.

Esto no es un problema individual ni casos aislados: es terrorismo machista. Y es hora de que lo llamemos por su verdadero nombre.

El terrorismo machista es un problema grave en todo el mundo y afecta a las mujeres de todas las edades, razas y clases sociales. Además, el terrorismo machista también puede tener un impacto en la vida de los hijos y otros miembros de la familia, que pueden sufrir daños psicológicos y físicos como resultado de la violencia.

¿Qué es el terrorismo machista?

Cuando escuchamos la palabra «terrorismo», inmediatamente pensamos en atentados, en actos violentos dirigidos a generar terror en la población con una motivación política o ideológica.

Si aplicamos esta definición a la violencia de género, veremos que encaja perfectamente: los agresores machistas no actúan por impulsos descontrolados ni por razones emocionales, sino que buscan imponer una jerarquía de poder basada en la dominación de la mujer.

El terrorismo machista es una estrategia de control social, cuyo objetivo es infundir miedo y sometimiento. Cada vez que un hombre asesina a su pareja o expareja, no solo elimina a esa mujer: envía un mensaje a todas las demás. «Si te atreves a salir de la norma, esto te puede pasar».

Es una advertencia brutal, que cala en la conciencia colectiva y refuerza el miedo de tantas mujeres a denunciar, a huir o simplemente a vivir con libertad.

El terrorismo machista puede tomar muchas formas, incluyendo violencia física, sexual, psicológica, económica y digital.

La violencia física puede incluir golpes, empujones, mordeduras, quemaduras, violación y otros actos violentos. La violencia sexual puede incluir la violación, el abuso sexual y la coerción sexual. La violencia psicológica puede incluir el aislamiento, la manipulación, la humillación y el acoso psicológico. La violencia económica puede incluir el control del dinero, la negación del acceso a los recursos financieros y la privación del empleo o la educación. La violencia digital puede incluir el ciberacoso, el espionaje digital y el uso de tecnología para controlar y hostigar a la víctima.

Datos que evidencian la sistematicidad del terrorismo machista

  • Asesinatos de mujeres: En España, más de 1.200 mujeres han sido asesinadas por sus parejas o exparejas desde 2003, cuando se empezaron a recopilar datos oficiales. A nivel global, ONU Mujeres estima que más de la mitad de los feminicidios son cometidos por parejas o familiares.
  • Violencia constante: La violencia de género no se limita a los asesinatos. En 2023, se denunciaron más de 180.000 casos de violencia de género en España. Y estos son solo los registrados, porque el miedo, la desconfianza en el sistema y la normalización de la violencia hacen que muchas mujeres nunca denuncien.
  • Terror cotidiano: Miles de mujeres viven bajo el yugo de la violencia psicológica, el acoso y la coerción económica, situaciones que no terminan en homicidio, pero que destruyen vidas igualmente.

Estos datos no responden a situaciones excepcionales ni a «locos» individuales. Son parte de un problema estructural, un régimen del terror impuesto por el patriarcado y sostenido por la impunidad de los agresores y la inacción de las instituciones.

Por qué debemos llamar a la violencia de género «terrorismo machista»

Llamar a las cosas por su nombre tiene consecuencias. El lenguaje construye la realidad, y si seguimos tratando la violencia machista como un «problema social» o «sucesos desafortunados», nunca se le dará la respuesta contundente que merece.

Si aceptamos que se trata de terrorismo, la sociedad deberá responder con la misma firmeza con la que enfrenta el terrorismo político o religioso. Estas son algunas razones para adoptar este término:

  1. Reconoce la gravedad del problema No es una «tragedia» ni un «suceso lamentable». Es un ataque premeditado, con víctimas claramente identificables y perpetradores que actúan con la seguridad de que el sistema apenas los castiga.
  2. Visibiliza la intencionalidad y sistematicidad No son casos aislados. Son parte de un mecanismo de control, igual que otros tipos de terrorismo. Existen patrones repetitivos, métodos de coerción, redes de apoyo entre agresores y estructuras que protegen la impunidad.
  3. Genera una respuesta política y judicial adecuada Cuando el terrorismo golpea, el Estado reacciona con leyes más duras, protección reforzada y medidas urgentes. Sin embargo, la violencia de género sigue tratándose con tibieza, con denuncias que se archivan y víctimas que quedan desprotegidas. Si asumimos que es terrorismo, las respuestas deben ser igual de contundentes: penas más duras, protección real a las víctimas y una estrategia de prevención que abarque toda la sociedad.
  4. Conciencia a la sociedad del peligro real ¿Cuántas mujeres han modificado sus hábitos diarios por miedo? ¿Cuántas han aprendido desde pequeñas a «tener cuidado», a no volver solas de noche, a evitar ciertas calles, a callarse frente a un jefe agresivo? Esto no es precaución: es miedo impuesto por un régimen de violencia estructural.
  5. Denuncia la complicidad del sistema Cuando un Estado permite la impunidad de agresores, no protege adecuadamente a las víctimas y no educa en igualdad, está colaborando con el terrorismo machista. La pasividad institucional también es una forma de violencia.

¿Y ahora qué? La lucha contra el terrorismo machista

Para erradicar el terrorismo machista, necesitamos medidas radicales. Algunas de las claves son:

  • Reconocimiento oficial: El primer paso es que los gobiernos reconozcan la violencia de género como un tipo de terrorismo y actúen en consecuencia.
  • Endurecimiento de penas: Igual que ocurre con el terrorismo tradicional, la violencia de género debe recibir penas más severas y garantizar que los agresores no queden impunes.
  • Protección real a las víctimas: Casas de acogida, medidas de seguridad efectivas, asistencia psicológica y acompañamiento legal desde el primer momento.
  • Educación feminista: La única manera de prevenir el terrorismo machista a largo plazo es desmontar el machismo desde la infancia. La educación en igualdad debe ser obligatoria en todos los niveles.
  • Denuncia y acción colectiva: Como sociedad, tenemos la responsabilidad de no mirar hacia otro lado. No basta con indignarse; hay que actuar: denunciar, apoyar a las víctimas y exigir cambios reales.

La guerra contra las mujeres tiene un nombre

La violencia de género no es un problema menor, no es un «asunto privado» ni es producto de «mentes enfermas». Es un terrorismo sistémico, estructurado y funcional, que se mantiene gracias a la complicidad de una sociedad que no quiere ver la realidad. Es hora de llamarlo por su nombre y actuar en consecuencia.

Para combatir el terrorismo machista, es importante tomar medidas a nivel individual, comunitario y gubernamental.

 A nivel individual, es importante aprender sobre los diferentes tipos de violencia de género y cómo reconocer los signos de una relación tóxica. También es importante saber a quién acudir en caso de necesidad, como a una línea de ayuda a una amiga/o de confianza.

A nivel comunitario, es importante fomentar la igualdad de género y promover la no violencia en las relaciones. Esto puede incluir campañas de concientización y programas de educación en las escuelas y en los lugares de trabajo. 

A nivel gubernamental, es importante que se establezcan leyes y políticas para proteger

El terrorismo machista existe. La pregunta es: ¿cuándo vamos a combatirlo con la firmeza que merece?