Con nuestra asociación se ponen a diario en contacto mujeres en situación de vulnerabilidad, de riesgo extremo por ser víctimas de violencias machistas, con y sin criaturas. Con situaciones económicas muy complicadas, psicológicamente destrozadas por lo que están viviendo… Y muchas de ellas nos cuentan que han acudido primero a tal o cual organismo, pero que allí les han dicho que no les pueden ayudar y que por eso acuden desesperadas a nosotras.
Ayer, volvió a ocurrir. Ayer, recibimos la llamada desesperada, que más que llamada era un grito de socorro a pleno pulmón, de una mujer joven a quién «no se había podido ayudar» desde X organismo, a pesar de haberles dicho ella que había intentado suicidarse dos días antes.
Esa mujer, después de encontrar las fuerzas para contar que había intentado irse de este mundo y el porqué de ese intento. Después de haber sacado el valor para desnudar su alma con una persona desconocida y contar lo que le había llevado a tomar una decisión terrible como es querer quitarse la vida, se encuentra con un «aquí no podemos ayudarte» y un par de números de teléfono para que se busque la vida y llame.
¿Pero qué está pasando aquí?
¿Qué formas son esas de tratar a una mujer que pide ayuda y más en esas condiciones físicas y psicológicas?
¿Qué pasa, que lo que no se atiende no existe, y así todo va bien?
¿Así podemos presumir de qué bien lo estamos haciendo, que aquí los casos de violencias machistas están bajando?
Más aún cuando en ese organismo si que hay un servicio que podía haber atendido a esa mujer, que era lo que procedía…
Afortunadamente esa mujer nos llamó, y hablamos largo y tendido con ella: escuchando con empatía y sororidad, sin juzgar, dejándola que nos explicase a su ritmo, dejándola vaciarse y soltar todo el dolor que nosotras comprendemos perfectamente. Respetando sus tiempos, arropándola y acuerpándola y haciéndole saber que no está sola.
Y esa mujer, mañana ya tiene cita con una especialista que va a ayudarla a seguir sacando todo lo que le duele, lo que lleva años destrozándola por dentro, lo que no le deja ser feliz, lo que la ha llevado hasta el extremo de intentar quitarse la vida.
Nosotras vamos a seguir acompañando a esa mujer. Llamándola, preocupándonos de cómo está, de cómo están yendo sus visitas a esa especialista, de si está comiendo bien, si le está sentando la medicación, si duerme, si descansa, si está bien en el trabajo, si está bien con su pareja actual, si la apoya, si necesita quedar a tomar algo.
Porque ese es «nuestro trabajo» y nuestra obligación moral para con las mujeres que han pasado y están pasando cosas como las que hemos pasado y vivido nosotras. Independientemente de que X organismos les digan que «ahí no las pueden ayudar».
Independientemente de que otras asociaciones que no hacen lo que hacemos nosotras, ni se acercan, se estén llevando miles de euros en subvenciones y a nosotras nos digan que no hay dinero. No olvidemos que están dejando sin subvenciones a la única asociación de todo Aragón formada íntegramente por víctimas, que trabaja por y para las víctimas. Aunque parece que eso les da igual. Independientemente de que estemos o tengamos que estar donde X organismos no están, o no quieren estar.
Porque ni podemos ni queremos dejar a mujeres y criaturas que están pasando lo mismo que hemos pasado nosotras y que han pasado (y en muchos casos aún están pasando) nuestros hijos e hijas, desamparadas y solas, ni por supuesto les vamos a decir «aquí no es», mandándolas a otro sitio. Porque aquí si es. Éste si es su sitio. A pesar de que nos dejen sin ayudas, está asociación siempre seguirá siendo su sitio.
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