Los hechos enjuiciados se remontan al 4 de agosto de 2021, en torno a las 17.30 horas. La joven cubría entonces las vacaciones de su madre y, en un momento dado, bajó Carlos Fernando a la portería. Primero le preguntó que si le quería dar un abrazo y siguió restregándole el pene por su pierna, tocándole las nalgas y apoyando la cabeza en sus pechos. Inmediatamente, la víctima, defendida por el letrado Mario Diez, lo denunció en una comisaría de Policía Nacional.

Ante el Juzgado de Instrucción número 11 de Zaragoza, el ahora condenado no llegó a reconocer los tocamientos si bien admitió haberle dicho: «Me voy a ir porque al final me voy a poner cachondo». Incluso añadió en su declaración judicial que, posteriormente, le pidió perdón arrodillándose ante ella.

Inicialmente, la Fiscalía solicitaba una multa de 4.800 euros a razón de ocho euros diarios durante 20 meses y, en el caso de la acusación particular, la multa ascendía a 6.100 euros a razón de diez euros diarios durante los próximos 21 meses.

La sentencia, que el tribunal provincial presidido por el magistrado José Ruiz Ramo dictó in voce, también incluye una prohibición de comunicación durante un año y una indemnización de 1.000 euros en concepto de responsabilidad civil.

Sentencia por cierto, que tardó casi dos años en salir, porque el acusado canceló un juicio por enfermedad…

VERGONZOSO. Simplemente es vergonzoso, que un acoso sexual a una mujer se solucione con 1000€ y una prohibición de comunicación de un año.

Eso es lo que vale nuestra integridad física y mental.

Eso es lo que vale que un agresor sexual pueda hacer con nosotras lo que le dé la gana.

Eso es lo que vale que cualquiera pueda restregar sus partes contra nosotras, tocarnos como le apetezca y tratarnos como un objeto sexual.

Eso es lo que valemos para la justicia y eso es lo que la justicia demuestra a la sociedad y a los maltratadores que valemos.

Con estas sentencias, lo que se les está dando a entender a estos elementos, es que atentar contra nosotras sale MUY barato y que pueden hacerlo sin ningún tipo de cortapisa, porque no les va a pasar NADA.

¿Y luego nos extrañamos de que seamos la tercera comunidad autónoma con más violencia machista? Pues no sabemos muy bien de qué nos estamos extrañando, a la vista de los hechos.

Si los maltratadores, los agresores sexuales salen prácticamente impunes del juzgado, ¿cómo no lo vamos a ser?

¿Nos hemos parado a pensar cómo ha afectado a esta mujer la agresión que sufrió?

¿Cómo le ha afectado en su vida diaria, en su vida afectiva, de pareja?

¿En su autoestima, en su seguridad? ¿En el miedo que tuvo que pasar el resto del tiempo que le quedase de trabajar allí, por si volvía a encontrarse a ese personaje? ¿Alguien se ha parado a pensar o ha valorado el estrés postraumático que le ha quedado después de pasar por una situación semejante?

Por supuesto, la justicia no, a la vista de la “condena” que le impuso al susodicho, aún con la defensa que hizo el letrado de la víctima, Mario Diez Fernández.

Estamos muy hartas de que no se nos defienda como nos merecemos las víctimas de violencias machistas.

Hartas, de que nuestros agresores no sean penados con la dureza que merecen sus agresiones contra nosotras.

Hartas, de que se pisoteen nuestros derechos.

Hartas, de que los agresores tengan más beneficios en todos los sentidos, que las víctimas.

Hartas de que, encima de agredidas, tengamos que ir con la cabeza agachada, porque aún somos sometidas a juicios públicos en los que “algo habrá hecho”, “es que mira como va vestida”, “seguro que lo provocó ella” son los comentarios más suaves y habituales que nos podemos oír.

Una vez más, a la justicia no la dejan hacer honor a su nombre quienes la imparten y permiten (de nuevo) que un agresor se vaya de rositas, con una sentencia ridícula que pone de manifiesto una vez más el sesgo machista de quienes tienen que proteger a las víctimas.